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¡Venid, adoremos! - Adoraciones en Medjugorje

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Acerca del autor

Las letras proceden de varios franciscanos que han trabajado o trabajan todavía en Medjugorje y revelan la personalidad de cada uno de ellos. Pero el hecho común para todas las letras es que han sido real y profundamente vividas en oración. Son sencillas y en esa sencillez muy concisas. Por eso se leen y meditan con facilidad. No fueron escritas para romperse la cabeza con su contenido, más bien quieren acercar el misterio al adorador e invitarle a su veneración.

Todos estos textos son el fruto de la mente y del corazón de los creyentes, han sido suscitados por la manifestación de la Virgen y por sus mensajes, y nacieron estando de rodillas. Mensajes de la Madre, acogidos con la mente y el corazón de los creyentes, trajeron su fruto maduro en la veneración del Hijo, lo que es una de las características más conocidas de la espiritualidad de Medjugorje.

 

Acerca del libro

Los mensajes de Medjugorje nos invitan a la adoración una y otra vez. No a la “devoción” sino al amor, a la amistad, a la unión con Jesús y a la alegría. Una devoción puede quedarse en lo exterior. El amor no. El amor penetra el ser completo. Puede que no amemos a quien conozcamos solo  superficialmente. Sin embargo, si conocemos realmente a alguien, no podemos no amarle.

La Virgen dijo que adoráramos sin cesar. Eso no significa que tengamos que estar continuamente ante el Santísimo o ante la Cruz, sino, con el corazón, anhelar continuamente a Dios. La adoración no es cuestión de palabras escogidas, tampoco es la repetición de oraciones elevadas y piadosas ya conocidas, sino una relación viva con Dios vivo. Los textos de oraciones aquí publicados no fueron escritos con antelación. Son el fruto del momento de una oración sincera que el sacerdote comparte humildemente con los fieles. En eso precisamente está la fuerza atractiva de las adoraciones en Medjugorje.

La adoración es un estado interior de todo el ser: es el santo temor ante la grandeza de Dios, el estupor por las obras de Dios, el anhelo de conocer a Dios y de ser su amigo… El corazón me dice: “¡Busca su rostro!” Sí, tu rostro, oh Señor, yo busco (Sal 27,8). En el Antiguo Testamento, Dios le dice a Moisés: “Pero mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida” (Ex 33,18-23). Moisés se cubrió el rostro (Ex 3,6), Elías enfundó su rostro con el manto (1 R 19,13), Ezequiel cae rostro en tierra (Ez 1,28). En el Nuevo Testamento Dios se hace totalmente cercano, en Jesús nos revela su rostro, pero sigue siendo el Dios ante quien los magos se postran rostro en tierra: adoran al niño indefenso en el pesebre (Mt 2,11). Pablo cayó en tierra cuando a las puertas de Damasco le envolvió la luz de Cristo Resucitado (Hch 9,2). La Virgen nos ha invitado a pasar todo el tiempo posible en oración y adoración de Jesús a fin de que él nos cambie (25/3/2008). Y así los magos se postraron rostro en tierra y vuelven a casa por otro camino diferente al que pretendían seguir (Mt 2,11-12). Pablo cayó en tierra (Hch 9,4) y, después del encuentro con Jesús, su vida cambia radicalmente. 

La oración es una relación y por eso tiene mil formas. A través de la oración establecemos un vínculo sólido, una relación con Dios, y esa relación nos cambia. Lo esencial es la actitud interior, no la exterior. La oración no es el fin sino el medio. En la oración Dios nos cambia y nos fortalece a fin de que podamos promover lo que es precioso y actuar en el espíritu del Evangelio. Un cambio no sucede de la noche a la mañana. La oración y la devoción no nos serán de ninguna utilidad si en la fe confiada no establecemos una relación viva con Dios vivo.

 

Temas

ANTE LA CRUZ (Veneración de la Cruz)

¡SÁNAME, OH JESÚS!21 (Oraciones de sanación)

CARA A CARA   34 (Adoración a Cristo en el Santísimo Sacramento del altar)

 


Editor: ICMM

Autor: Franciscanos que han trabajado o trabajan todavía en Medjugorje

Idioma: Español

Idioma original: Croata

Traducción / Revisión: Filka Mihalj / Agustín Giménez González

Año de publicación: 2018

Formato: 195 x 120

Número de páginas: 152 (con fotografías)

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Acerca del autor

Las letras proceden de varios franciscanos que han trabajado o trabajan todavía en Medjugorje y revelan la personalidad de cada uno de ellos. Pero el hecho común para todas las letras es que han sido real y profundamente vividas en oración. Son sencillas y en esa sencillez muy concisas. Por eso se leen y meditan con facilidad. No fueron escritas para romperse la cabeza con su contenido, más bien quieren acercar el misterio al adorador e invitarle a su veneración.

Todos estos textos son el fruto de la mente y del corazón de los creyentes, han sido suscitados por la manifestación de la Virgen y por sus mensajes, y nacieron estando de rodillas. Mensajes de la Madre, acogidos con la mente y el corazón de los creyentes, trajeron su fruto maduro en la veneración del Hijo, lo que es una de las características más conocidas de la espiritualidad de Medjugorje.

 

Acerca del libro

Los mensajes de Medjugorje nos invitan a la adoración una y otra vez. No a la “devoción” sino al amor, a la amistad, a la unión con Jesús y a la alegría. Una devoción puede quedarse en lo exterior. El amor no. El amor penetra el ser completo. Puede que no amemos a quien conozcamos solo  superficialmente. Sin embargo, si conocemos realmente a alguien, no podemos no amarle.

La Virgen dijo que adoráramos sin cesar. Eso no significa que tengamos que estar continuamente ante el Santísimo o ante la Cruz, sino, con el corazón, anhelar continuamente a Dios. La adoración no es cuestión de palabras escogidas, tampoco es la repetición de oraciones elevadas y piadosas ya conocidas, sino una relación viva con Dios vivo. Los textos de oraciones aquí publicados no fueron escritos con antelación. Son el fruto del momento de una oración sincera que el sacerdote comparte humildemente con los fieles. En eso precisamente está la fuerza atractiva de las adoraciones en Medjugorje.

La adoración es un estado interior de todo el ser: es el santo temor ante la grandeza de Dios, el estupor por las obras de Dios, el anhelo de conocer a Dios y de ser su amigo… El corazón me dice: “¡Busca su rostro!” Sí, tu rostro, oh Señor, yo busco (Sal 27,8). En el Antiguo Testamento, Dios le dice a Moisés: “Pero mi rostro no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida” (Ex 33,18-23). Moisés se cubrió el rostro (Ex 3,6), Elías enfundó su rostro con el manto (1 R 19,13), Ezequiel cae rostro en tierra (Ez 1,28). En el Nuevo Testamento Dios se hace totalmente cercano, en Jesús nos revela su rostro, pero sigue siendo el Dios ante quien los magos se postran rostro en tierra: adoran al niño indefenso en el pesebre (Mt 2,11). Pablo cayó en tierra cuando a las puertas de Damasco le envolvió la luz de Cristo Resucitado (Hch 9,2). La Virgen nos ha invitado a pasar todo el tiempo posible en oración y adoración de Jesús a fin de que él nos cambie (25/3/2008). Y así los magos se postraron rostro en tierra y vuelven a casa por otro camino diferente al que pretendían seguir (Mt 2,11-12). Pablo cayó en tierra (Hch 9,4) y, después del encuentro con Jesús, su vida cambia radicalmente. 

La oración es una relación y por eso tiene mil formas. A través de la oración establecemos un vínculo sólido, una relación con Dios, y esa relación nos cambia. Lo esencial es la actitud interior, no la exterior. La oración no es el fin sino el medio. En la oración Dios nos cambia y nos fortalece a fin de que podamos promover lo que es precioso y actuar en el espíritu del Evangelio. Un cambio no sucede de la noche a la mañana. La oración y la devoción no nos serán de ninguna utilidad si en la fe confiada no establecemos una relación viva con Dios vivo.

 

Temas

ANTE LA CRUZ (Veneración de la Cruz)

¡SÁNAME, OH JESÚS!21 (Oraciones de sanación)

CARA A CARA   34 (Adoración a Cristo en el Santísimo Sacramento del altar)

 


Editor: ICMM

Autor: Franciscanos que han trabajado o trabajan todavía en Medjugorje

Idioma: Español

Idioma original: Croata

Traducción / Revisión: Filka Mihalj / Agustín Giménez González

Año de publicación: 2018

Formato: 195 x 120

Número de páginas: 152 (con fotografías)